25 nov 2012

Capitulo 2

                                "El despertar"



Al  día siguiente de   colgar el   anuncio en la web  recibí  más e-mails de hombres interesados en quedar conmigo, generalmente  algunos se describían  físicamente  aunque eso a mí   me  importaba  bien poco,  me decían su edad , que era lo que les había  gustado de mi  anuncio (algo  peculiar sin duda que alguien destaque  y elogie el cómo  publicas un anuncio  pidiendo sexo gratis,   sin duda). Otros eran  menos educados por  decirlo de alguna  manera y directamente  me daban  sus  números de teléfono  para que los llamara   y quedar, algo que a mí a día de hoy  me sigue sorprendiendo porque  yo soy una persona muy celosa de mi intimidad  y se me  hace casi imposible  darle mi número de teléfono privado a un desconocido y menos  si esa persona   sé para que me  va a llamar y seguramente  me apremie  para quedar cuanto antes  y eso  a mí  no me  gustaba, así que o bien borraba ese tipo de e-mails o  simplemente  los dejaba    apartados a un lado, no descartaba  a no ser que tuvieran serias faltas de ortografía (lo siento pero con eso  si que no puedo, vale se te puede escapar  alguna es normal, errare humanun est,  pero que de  una línea de 10 palabras 8 de ellas contengan faltas es ya pasarse creo yo).
Después de  la clasificación   procedía a agregarlos  a la cuenta de Messenger y allí hablaba con unos y con otros a veces  tenía hasta siete  conversaciones abiertas  y  era bastante lioso  cabe decir, pero  a medida que pasaban las horas y los días  la lista de personas se iba reduciendo  cada vez más y finalmente me centre en  A.
 A decía ser  un  hombre en la línea de los treinta, pronto descubrí que estaba más  cerca de los  cuarenta y tantos que de los treinta y tantos. Era de estatura media  no llegaba al metro ochenta pero  se le acercaba  bastante,  tenía el pelo  moreno  si bien es cierto que le  empezaba ya a ralear, físicamente era  normal, lo típico de un hombre de su edad  con un poquillo de tripilla cervecera  pero  tampoco en exceso, he de decir que no estaba del todo  mal.  Tenía don de palabra,   con  un toque  cómico  muy sutil ya que por lo general era serio  pero de vez en cuando,  cuándo le mirabas  a los ojos podías  ver algo especial en ellos,  como una chispa   que no sabría describir bien  pero que   daba  muy buenas  sensaciones,  me encontraba a gusto con él.
La primera vez  quedamos  en la estación de trenes de Alicante, su ciudad,  y nada más vernos  me  beso en los labios con una confianza y soltura que me dejaron perpleja  y excitó al mismo tiempo , me  introdujo su lengua cálida con un cierto regusto a tabaco en  mi boca  y eso me excito bastante,  aún a día de hoy  no  sé  por qué me excité tanto  supongo yo que sería por  la necesidad de sexo con alguien, por la tensión sexual  previa al coito que casi siempre  me pasa o porque me pareció  bastante atractiva esa seguridad suya, pero en aquel  momento  sólo tenía clara una cosa  sentía un inevitable deseo de  ver su polla,  de tocarla, de tenerla ya entre mis manos. De camino al hotel  me excitaba el pensar en ese momento exacto en el que te  penetran y sientes como  te llenan, ese momento  delicioso  en que  todo tu cuerpo vibra y clama con pasión  el ser  deleitado  con semejante placer.  Con esas ganas de ser follada como  nunca llegamos a la habitación, me bloquee  bastante al verme ya allí.  El verme delante de él,  con unas ganas irremediables de follar pero con una  timidez muy habitual en mi  que siempre he odiado  sobre todo en situaciones como esas. Él por suerte  creo que no se dio cuenta (o al menos eso  me hago creer a mi misma), creí notar también cierto grado de nerviosismo  en él. 
De repente un pánico atroz atenazó mi cuerpo,  mil cosas  pasaron por mi mente  cada una  peor que la anterior estaba casi por irme, estaba sentada  en el borde de  la cama en tensión   esperando que  hiciera algo fuera de lo normal para salir huyendo. Pero en lugar de eso,  se acerco  por  mi lado derecho  me dijo que le gustaba mucho, que le excitaba mucho  y empezó a  besarme el cuello y  a tocarme  los pechos. A medida que me decía lo expectante que había estado toda la semana esperando ese momento disipaba mis dudas de última hora.
Esa seguridad  patente  en su voz, ese deseo,  esa excitación  evidente en su respiración a medida que me  tocaba los pechos  me relajó,   me hizo volverme  y empezar a besarle   no porque   el insistiera si no porque ese  pánico atenazador  se disolvió tan rápido como había  llegado  y fue rápidamente sustituido  de nuevo por la excitación.
Me fui  humedeciendo  rápidamente   con sólo en pensar en el sexo  y sobre todo en el sexo con él.

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